viernes, 15 de julio de 2011

Jorge Leónidas Escudero: En busca de la palabra absoluta (por Silvina Friera para Página 12)







El volumen incluye desde su primer poemario, La raíz en la roca, hasta el último, Aún ir a unir, más una yapa: siete poemas inéditos. La publicación confirma la radical originalidad de una obra poética que se niega a ser encorsetada en una línea estética.

Por Silvina Friera

El viento balbucea que todo es posible. Acicateado por el eco de un hambre eterna, ese tesoro apodado Chiquito es uno de los más grandes buscadores de la poesía argentina. Un gigante sencillo y humilde que no ceja en su afán de dar con la palabra “absoluta”. A los jugadores que pueblan sus mejores páginas, “le mataron la flor con el macho de espadas”. Aunque no sea ésa la ley del truco. Poco importa: juegan a fondo las cartas de la vida sin que la seguidilla de pérdidas erosione las ilusiones, sin que la rueda se detenga. La ruleta avanza, obligando a perder eternamente. Como los mineros, esos compañeros de ruta que evoca, sigue sendereando tras el oro que lo haga rico “endeveras”. Sus poemas invitan a afinar el oído y enhebran un sutil filosofar. Chiquito da en el blanco: “el juego es hermoso, pero el camino es triste”. Su voz no renuncia al arma afilada de la ironía, siempre lista para rebajar las penas que lo acechan. “Si fuéramos monos/ le pediría a un amigo me despioje las cejas;/ pero lo hago yo mismo buscando de ver claro/ y pensar de otro modo con entusiasmo vivo”. Chiquito, el poeta sanjuanino Jorge Leónidas Escudero, hace tiempo que tiene las espaldas a cubierto para que el olvido no lo dañe. La publicación de su esperada Poesía completa (Ediciones en Danza) confirma la radical originalidad de una obra poética que se niega a ser encorsetada en una línea estética y que es tan intensa como la leyenda que se tejió en torno de este alquimista capaz de transformar en oro todas las palabras.

Esa piedra sensible –título de su tercer poemario–, su obra completa, tiene 749 páginas. Incluye desde el primer poemario que Escudero publicó, La raíz en la roca (1970), cuando tenía 50 años, hasta el último Aún ir a unir; veinte libros que llegan, además, con una yapa: siete poemas inéditos. La formación de este poeta no echó raíces en la “ciudad letrada”, a pesar de que cursó estudios de agronomía. Pronto abandonó las aulas para cuerpearle a la vida y entregarse a la travesía de hallar oro en las montañas de su provincia. Pero en ese andar queriendo encontrar las piedras para hacerse rico con el mineral, el tesoro nunca apareció. Chiquito rumbeó con sus manos, sus oídos y su mirada para otros pagos, sin moverse de su terruño. Se empleó como oficinista y dio rienda suelta a otra de sus grandes pasiones, el juego en la ruleta, “tratando de arrancarle algún numerito al futuro”. La edición de la Poesía completa de Escudero (San Juan, 1920) era un viejo anhelo. Cuando Javier Cófreces, poeta y editor de Ediciones en Danza, tuvo los poemas de Chiquito frente a sus ojos, asombrado por el hallazgo, decidió publicar algunos en las páginas de la revista La danza del ratón, antecesora de la editorial.

Una pieza imprescindible de esta maravillosa historia es Rogelio Ramos Signes, poeta y narrador nacido en San Juan pero radicado en Tucumán. Allá por 1985, ansioso por descubrir un autor que le llamara la atención, entró en la librería sanjuanina Palma. Entonces se cruzó con un ejemplar de modesto porte, Le dije y me dijo (1978), de un tal Jorge Leónidas Escudero. Ramos Signes comenzó a hojearlo y tuvo la certeza inmediata de que estaba ante algo diferente. Y lo asaltó un presentimiento, algo relacionado con el olfato o con las “vecindades afectivas”, cuando entre poetas media la amistad. Compró otro ejemplar para regalárselo a su amigo Cófreces. Y no se equivocó. Cófreces supo detectar el lenguaje despojado de gravedades de Chiquito, esa persistente demolición de estereotipos, golpeando palabras y silencios de espaldas a las modas poéticas y a una Buenos Aires que se cree el ombligo del país. A partir de 2001, Cófreces se convertiría en el editor de Escudero. Poco a poco, con el correr de los años y los libros publicados, la obra del poeta sanjuanino circuló en medios del exterior, americanos y europeos. Ayudaron a elevar la espuma del interés las antologías editadas acá –también por Ediciones en Danza– y en México, y el documental sobre la vida y obra de Chiquito, Oro nestas piedras (2008), dirigido por Cristian Costantini, Leandro Listorti y Claudia Prado

"Poesía Completa" de Jorge Leónidas Escudero (por Mariano Dupont para Los Inrockuptibles)






Sola (única) es la poesía de Jorge Leonidas Escudero (San Juan, 1920). Sin generación, sin grupo, sin mentores. Emparentada oblicuamente con cierta poesía del interior, como la del pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Dada a conocer por primera vez en 1970, después de haber madurado al sol, digamos, entre las piedras, en la montaña, en esas notas de minero que, según el relato, Escudero escribía (a la intemperie) para la Dirección General de Minas de San Juan. Sí: el arte sucede (James Abbott McNeill Whistler).
La pasión, entonces, por las piedras, por la montaña. Y atrás (o a la par) las palabras. Las palabras y el juego. La obsesión por las combinatorias, sin duda. Al acecho del pálpito o de la palabra “absoluta”. Pegar el oído (a uno). Y esperar: “Soy el testigo nada más de eso, o sea/ estuve esperando sucediera/ sin saber cuándo/ y de repente la sorpresa me agarró de alivio” (“Hacer el no hacer”).
El oro y el poema reunidos en el juego.
Así, a lo largo de cuarenta años, sin variar demasiado sus tópicos, la poesía de Escudero parecería haber basculado entre dos vertientes aparentemente contrapuestas: por un lado, los poemas conversacionales, anecdóticos, risueñamente campechanos, interpelativos, a veces en segunda persona, veteados casi siempre de aglutinaciones, de elisiones, de aspiraciones, de giros coloquiales del habla del Norte; y por otro, poemas de corte más bien impresionista, muchas veces visuales, descriptivos, con versos articulados, escandidos sobre todo en función de una delicada concepción escrituraria y no apoyados tanto en las veleidades y las modulaciones del habla popular. A veces, esos dos modos, felizmente, se reúnen: “No siai sonso/ me ayer un amigo dijo pará” (“Rumbo al país de donde”).
Cruces, en suma, que han ido conformando el mapa del poeta. Senderos, trayectos, búsquedas. Por un lado, de “la expresión que dé cuenta cabalmente de lo que se siente” (Escudero en el documental Oro nestas pedras). “Salgo a cazar, si puedo, la palabra única/ esa que me desvela y no aparece. Debo/ hacerla mía porque si no/ ¿cómo voy a expresar lo más íntimo?” (“Rompecabezas”). Por otro, del oro. Del oro y la riqueza. Casi siempre es “pura búsqueda y nada” (“Cero”). Pero está, sin embargo, “la alegría de buscar” (“El empecinao”), porque “el juego es hermoso” (“Cero”). Mejor no oponerse, entonces: “porque cuando hay necesidad de un tesoro/ hay que salir a buscarlo y eso es todo” (“Las labranzas de Osorio”). Dobleces, podría decirse, de una misma inquietud.
Y ahí, precisamente, es donde de a ratos parecería querer hacer centro la poesía de Escudero. Lejos de la servidumbre del regionalismo, de su ingenuidad, del afán subsidiario del remedo, de la copia. Pero también a distancia del exceso de “letra”, de “trabajo”, de “escritura”, de la falsedad que anida –siempre– en la poesía oficial.

-JORGE LEONIDAS ESCUDEROPoesía completa(Ediciones en Danza) 764 páginas

lunes, 4 de julio de 2011

Jorge Leónidas Escudero: Una poesía utópica (por Sandro Barrela para ADN)


El poeta y su editor en San Juan preparando la edición de Poesía Completa




Una poesía utópica

La edición en un solo volumen de la obra de Jorge Leónidas Escudero permite descubrir a un autor secreto






Con la publicación de esta Poesía completa , Ediciones en Danza cumple un ciclo que comenzó hace más de veinte años, cuando La danza del ratón -revista que dio origen al sello editorial- publicó por primera vez en el ámbito geográfico de "la gran aldea" una selección de poemas del sanjuanino Jorge Leónidas Escudero. Como refiere en una de las notas preliminares del volumen el poeta Rogelio Ramos Signes, en la década del 80 tomó contacto con esta poesía y le pasó la posta de su asombro a Javier Cófreces, director entonces de la revista y actual responsable de la editorial. De allí en más, fueron nueve títulos que aparecieron en el mismo sello hasta dar con el libro que hoy ve la luz. En esta breve historia de una relación entre el poeta y su editor, se resume no sólo el fervor que despertó la obra de Escudero en el poeta porteño, sino también el sinuoso camino que muchas veces debe recorrer una obra desmarcada del centro que impone las reglas de circulación de la literatura, hasta encontrar un lugar que por mérito propio ya tenía ganado.


Jorge Leónidas Escudero (San Juan, 1920) es, al mismo tiempo, autor de una obra poética de intensa originalidad y una leyenda. Publicó su primer libro, La raíz en la roca , a los cincuenta años, y en esto se asemeja a poetas tan distintos entre sí como Aldo Oliva o Roberto Raschella, de quienes se diferencia sustancialmente por no compartir con ellos el universo letrado. Habiendo cursado estudios de agronomía, que abandonó, Escudero se dedicó a la búsqueda de oro en las montañas de su provincia; a la minería, podría decirse, a pequeña escala, más cerca del espíritu de aventura que del trabajo profesional. Su otra pasión ha sido el juego de la ruleta. Ambas actividades se han visto reflejadas en sus poemas, y establecen una relación con la fortuna y la utopía, a la manera de los conquistadores que buscaron con denuedo la ciudad de El Dorado. Su poesía, en cualquier caso, es la persecución de una quimera por otros medios. Pero no es la vida azarosa en pos de la riqueza, hallada finalmente en la escritura, la que explica o justifica esta obra.


Más allá, entonces, de la figura excéntrica del poeta, su obra compone una relación utópica entre la palabra oral y la escrita. Esto se ve reflejado tanto en el hecho de que Escudero haga hablar al poema una lengua que excede los términos del contrato literario -plagada de locuciones regionales, pero aún más de sutiles modulaciones propias de la enunciación oral, que se traducen en una escritura que muchas veces desafía y modifica la grafía que dictan los manuales- como por la elección de sus interlocutores, a quienes parece pedirles que sean "todo oídos". Allí se funda la utopía de la lengua de Escudero, en el sonido o el oído absolutos que da y reclama para que el poema se cumpla. En ese sentido, la poesía de Escudero, acaso como la de Ricardo Zelarayán, lleva al extremo -y en eso radica la utopía- la ilusión de reproducir en el papel y con los signos convencionales del alfabeto lo que no puede existir más que en el aire, es decir, aquello que sólo puede ser escuchado.


Si, como se dijo, el oro y el juego son motivos de esta poesía, el amor o, mejor dicho, sus penas, es otro de sus temas recurrentes. Vale decir, es en la pérdida o la falta, en el magro resultado que las empresas humanas suelen alcanzar, donde hace pie la escritura de Escudero. Para el poeta, se trata del infinito lance de la bola en el círculo de misterio de una ruleta, el incesante raspar las piedras que nunca, o casi nunca, dan con el metal precioso; en suma, la reanudación de la embestida contra el destino, lo que da sentido a su existencia, de ahí que su poesía apenas registre variaciones en los veinte libros publicados y el puñado de inéditos que conforman este volumen.


Se podría insistir en el efecto de extrañamiento que produce cada vez la lectura de sus poemas, y aun así, quedaríamos a mitad de camino de aquello que apenas puede ser explicado. Para eso están sus propios versos.


Poeta sin linaje ni filiación, Escudero se vale de sí mismo y de su búsqueda incesante para decir su verdad, sin por ello mostrar signos de soberbia. Sí, pone en entredicho, con una obra potente que lo sitúa entre las grandes voces de la poesía argentina, la raíz misma del oficio poético, como lo expresó alguna vez en una entrevista: "Antiguamente se creía más en la musa, ahora se cree mucho menos cada vez; tanto se cree menos ahora que suponen que se puede hacer poesía en los talleres literarios. Poesía, con cualquier directiva que se les dé".


Sandro Barrella


Fuente:
http://www.lanacion.com.ar/1385141-una-poesia-utopica